15 dic 2007

TODO LO QUE USTED QUIZO SABER SOBRE PALOS Y CUERDAS Y SU TRABAJO "CAMALEONTE"


FÁBULA
(CON MORALEJA)


-¿Qué quiere decir CAMALEONTE?- preguntó.
- No sé. Pero el ALEMAN COTE me ha enviado un mensaje que dice: “Te escribo mientras escucho el nuevo disco de los Hermanos Saboya y desde entonces solo TECLEO MANÁ.”
- Qué absurdo!.
- No lo creo. Las cosas nunca son lo que parecen. Yo estoy tentado a aconsejarles a todos lo siguiente: Donde diga CAMALEONTE, LEAN MECATO.
- Qué raro, yo LEO MANTECA. En verdad las palabras son como camaleones…
- Quizás tengas razón –replicó fijando la mirada en el horizonte- pero sin lugar a dudas la meca de la ambigüedad semántica es la música, más que el lenguaje...
- Es verdad. Y eso que en Colombia LA ETNO-MECA musical aún no ha llegado…


(Tradición oral recogida por un anónimo investigador
en la Abadía de don Guillermo Morales)


CAMALEONTE


(Ensayo publicado como texto adjunto al trabajo del Grupo PALOS Y CUERDAS, titulado "Camaleonte"
Para escuchar y ver a Palos y Cuerdas haga clic aqui:

Desde que Charles Darwin publicó su famosa obra “El origen de las Especies” ha crecido la conciencia acerca de la importancia de las estrategias que los organismos utilizan para adaptarse a las cambiantes condiciones del medio. Este hecho se constata también en el ámbito de la cultura. Los ejemplos son innumerables: el “bossa nova” y el “tropicalismo” en Brasil, el movimiento Onda Nueva, liderado por Aldemaro Romero en Venezuela, el latin jazz o la salsa, por solo citar los movimientos más conocidos y populares. En todos los casos se trata de músicas que se han mantenido y siguen creciendo y desarrollándose gracias a su capacidad para renovarse, para experimentar, para entender su responsabilidad con los ancestros como un compromiso de re-creación permanente.

CAMALEONTE, el cuarto trabajo del Trío Palos y Cuerdas, puede considerarse, un manifiesto surgido de esa importante tradición. Cada nota y cada acorde de este disco proclama a gritos la supervivencia de la Música Andina Colombiana y nos la muestra como un ser vivo en pleno desarrollo, con toda su fuerza, vitalidad y vigencia. Con las dificultades técnico-musicales que supone, los Hermanos Saboya nos muestran en este trabajo un poco del pasado, presente y futuro del formato emblemático de nuestros ritmos andinos: el conformado por el tiple, la bandola y la guitarra. En ese sentido puede afirmarse que CAMALEONTE rinde un homenaje a sus predecesores, a la pléyade de músicos que han mostrado, pese a los cánticos lacónicos de los puristas que para nuestra fortuna, la música no esta a salvo de las influencias del medio en que se desenvuelve ni puede entenderse por fuera del devenir histórico de su pueblo.

Para comprender cabalmente la importancia de este trabajo para la música colombiana debe tenerse en cuenta las singulares condiciones de la cultura colombiana. Como muchos analistas lo han destacado, un rasgo particular del desarrollo histórico del país ha sido el marcado centralismo y el relativo aislamiento que los centros económicos, políticos y administrativos han mantenido frente a un país que todos los días, pese a todo, se nos revela como plural, multicultural y diverso. En el ámbito cultural esta cerrazón llevo a erigir la música andina como la música auténticamente nacional, deslegitimando la ingente cantidad de sonoridades que poblaban y sigue poblando la ecología sonora del país. Lo grave fue que quienes promulgaban el cuidado de los ritmos andinos, tendieron a ver con desdén y temor la proliferación de las sonoridades mestizas, llegando a despreciar particularmente las manifestaciones ligadas a las tradiciones africanas e indígenas.

En su preocupación porque no perdiera vigencia, algunos influyentes admiradores de la música andina trataron de protegerla de las continuas influencias que gracias a la llegada de los medios masivos, especialmente la radio, fueron tornándose incuestionables. De este modo se fue consolidando una visión conservadora respecto del tratamiento de nuestros aires más representativos. En consecuencia los repertorios se comienzan a repetir sin cesar, los formatos (entre los cuales la clonación de duetos, puede destacarse) se tratan de mantener más o menos incólumes, y aunque no se dijo explícitamente la consigna parecía ser la misma que suele adoptarse en tiempos de pestes y epidemias: encerrarse para evitar el contagio. El resultado fue que la música andina sufrió una profunda crisis tratando de adaptarse a las nuevas necesidades que el medio le imponía. Entre tanto su poética, en términos generales, se quedaba repitiendo lugares comunes y exaltando una vida pastoril idealizada por la nostalgia.

Por fortuna esta es sólo una parte de la historia...

La música, pese a los cuidados y asepsias de los nostálgicos, se fue transformando. Los ritmos que en los ámbitos rurales habían estado insertos en la vida diaria de la gente acompañando los encuentros, las fiestas, los dolores de amor y los jolgorios fueron transformando su sentido al quedar desanclados de los medios más o menos rurales en los que se habían gestado. Bien visto, se trataba de un proceso normal. La vida cotidiana organizada mayoritariamente en torno de ciudades cuyos habitantes estaban cada vez más expuestos al influjo creciente de los medios de comunicación y a la inmigración de gentes de muchas partes del país, provocó que otros ritmos comenzaran a ocupar el lugar que un día había ocupado el bambuco, la guabina y el pasillo. En una tendencia que se mantiene hasta nuestros días, las ciudades recientemente urbanizadas fueron presentando lo que yo llamaría un “calentamiento” del gusto musical, en cuya médula estuvo tanto la cumbia y el porro en un primer momento y más tarde el vallenato y otros ritmos caribeños, como las músicas de Cuba, México y Estados Unidos.

Pero la música andina urbana no murió, cambio su sentido, se fue volviendo más abstracta, más intelectual, más elaborada, más virtuosa. En adelante será una música cuya complejidad invitará más a la escucha atenta que al baile.

Al igual que el tango, que paulatinamente se fue volviendo una música de concierto -música para ser escuchada y no bailada- los ritmos andinos urbanos se han ido abstrayendo del papel que antaño cumplían y han ido adquiriendo en compensación, la sofisticación propia de las músicas de cámara. Refinamiento, equilibrio, matices, arreglos predominantemente escritos, mayor profesionalización de los ejecutantes, mayor exigencia técnica y mayores búsquedas expresivas son algunos de los rasgos de la tendencia que desemboca felizmente en el trabajo del trío Palos y Cuerdas.
Mucha gente ha contribuido a que este proceso, ciertamente discontinuo y no exento de tensiones y conflictos, se lleve a cabo. Sin embargo, vale la pena que destacar a dos colosos, literalmente los dos leones sobre los que ha gravitado la modernización del lenguaje musical andino.
De una parte esta el trabajo del compositor y arreglista León Cardona García sin cuya obra CAMALEONTE sería sencillamente impensable.
León Cardona, con la dedicación de un orfebre, desde la segunda mitad del siglo pasado amplio los márgenes armónicos, melódicos y rítmicos con una obra plena de belleza, coherencia y perfección formal que sin lugar dudas ha inspirado, consciente o inconscientemente, a todos los creadores que le sucedieron. En torno de su radio de influencia han girado otros insignes innovadores: Luis Uribe Bueno, Iván Uribe y tantos otros.

El otro es Fernando León Rengífo, nuestro primer gran virtuoso de la bandola, quien con su legendario Trío Joyel y más tarde con Nogal Orquesta de Cuerdas, nos enseñó las posibilidades tímbricas de los instrumentos de nuestra tradición, amplió la escritura para los instrumentos obligando a elevar el nivel técnico de nuestros músicos y a consolidar una tradición de luthiers que hasta hoy se esmeran todos los días por obtener mejores resultados sonoros especialmente en lo que concierne al tiple y la bandola, instrumentos de difícil afinación.

De Fernando León, quien lleva en su plumada y en sus arreglos toda la rica tradición de la música andina hay que decir que su mérito va más allá de lo que se puede decir en unas cortas líneas. En torno suyo se ha creado un nicho de trabajo y compromiso artístico de alta calidad, de cuyo seno han surgido algunos de los más importantes e influyentes músicos de nuestro país y de donde han nacido proyectos innovativos y refrescantes en el panorama nacional, como es el caso de los trabajos de grupos como Cuatro Palos, Kafé es 3, Barrockófilo, entre otros, que han ampliado y recreado críticamente la herencia de León.

Una consecuencia no esperada del trabajo de Nogal fue la profesionalización de los músicos, la cualificación técnica, la conciencia de la necesidad de crear proyectos nuevos y de desplegar toda la pasión y creatividad en la búsqueda de nuevas sonoridades. Las dos lección básicas de León quedaron aprendidas: la tradición no solo es una herencia que hay que conservar sino un capital cultural que hay que poner a producir y, de otro lado, que no hay potencial revolucionario más grande que conocer a fondo todos los secretos de la tradición. En ambas lecciones los hermanos Saboya son algo más que alumnos aventajados.

Por estas razones, es preciso decir que este trabajo es una celebración.

El oyente cuidadoso de CAMALEONTE podrá deleitarse escuchando en la guitarra de Daniel Saboya la evolución de un siglo de guitarra, desde los bordoneos de los antiguos guitarristas como Alvaro Romero o la sonoridad que aún sobrevive en las manos de Carlos Rozo Manrique, hasta la sonoridad sofisticada y elegante de los diseños de acompañamiento de la escuela del maestro Gentíl Montaña. El tiple de Lucas, con todo el atractivo de su individualidad nos cuenta secretos de la tradición santandereana y boyacense, y nos dibuja la presencia de leyendas como Peregrino Galindo o Aycardo Muñoz, así como ecos del guajeo exquisito de Ricardo Pedraza o del recordado Fabián Gallón. En la sonoridad de Diego Saboya confluye la pulsación precisa de Diego Estrada; el brillo, la exhuberancia y la pasión de Fernando León; la técnica, el volumen y la solvencia de Fabián Forero; la dulzura aterciopelada y romántica de Jairo Rincón y la imaginación y espontaneidad de Ernesto Sánchez. .

Si en una mirada somera al desarrollo de nuestros instrumentos CAMALEONTE nos invita a celebrar la gran tradición de nuestra música, más importante aún es lo que Palos y Cuerdas logra en cuanto a ensamble y concepción sonora.

Escuchar a los hermanos Saboya no sólo nos aproxima a un futuro prometedor, lleno de sorpresas, contrapuntos y armonías poco convencionales sino que nos retrotrae a lo más exquisito del Trío Morales Pino, maestros de la sencillez y la exquisita perfección; al colorido explosivo del Trío Joyel; al lirismo y elegancia de Cuatro Palos; a la actitud rebelde, virtuosa y provocadora del Trío Ancestro y a la sobriedad y solvencia del Trío Pierrot.

No contentos con escoger un cuidadoso repertorio que va desde clásicos re-visitados hasta material inédito, los Hermanos Saboya nos invitan a un viaje lleno de sorpresas. La primera, contar con invitados de la trayectoria y reconocimiento de músicos como el clarinetista boyacense Fredy Pinzón y el maestro venezolano Alexis Cárdenas cuyo violín mágico nos remite tanto a la tradición clásica como al territorio musical que trabaja con su grupo “Recoveco”, con quienes se ha ganado la admiración y el respeto de sus colegas del mundo entero.

Los otros tres invitados ya son símbolos por derecho propio. El primero es Fernando León, a quien me he referido ampliamente y a quien que no dudaría en calificar como el músico más influyente de la segunda mitad del siglo XX en la Música Andina Colombiana.

El segundo es Germán Darío Pérez, a mi juicio el compositor más consistente del panorama actual, quien en muy poco tiempo ha consolidado una obra que ya puede considerarse clásica. Siguiendo la estela de ilustres antecesores como Oriol Rangel y Ruth Marulanda, Germán Darío con la propuesta musical del Trío Nueva Colombia no solamente ha logrado crear un sonido propio, sino que nos ha regalado algunas de las más bellas páginas que se han escrito en la historia musical de este país.


El tercer invitado es el reconocido saxofonista Antonio Arnedo cuyas búsquedas primero desde el jazz y luego desde una investigación exhaustiva de nuestras raíces afro-colombianas especialmente, ha despertado de nuevo el interés de miles de jóvenes por cultivar, conocer y trabajar tomando como base nuestro legado cultural.


Diego, Lucas y Daniel nos han dado como regalo un documento sonoro que nos permite reconocernos como colombianos. Después de escucharlo no me cabe duda que en el futuro próximo podemos esperar de ellos nuevas sorpresas y nuevos motivos de orgullo, ya que su principal arreglista, el fabuloso músico que es Lucas Saboya, que en este proyecto exhibe su talla como instrumentador y creador, apenas comienza a mostrarnos todo el potencial de su proyecto estético, poseedor de una sonoridad que se consolida como una de las más promisorias para el futuro de nuestra música. Cada vez que salga un trabajo de este maravilloso trío sentiremos lo que sentí hoy escribiendo este comentario: la insuficiencia del lenguaje para dar cuenta de la magia que logran con sus interpretaciones y la inutilidad de las clasificaciones en las que solemos enmarcar los trabajos de nuestros mejores talentos.

Aquí queda este trabajo para nuestro deleite. Los invito a escucharlo con cuidado ya que se trata, sin lugar a dudas, de la síntesis más compleja y convincente de las posibilidades musicales del trío andino colombiano.
Oiga, conozca y delitese con Palos y Cuerdas haciendo clic aqui:

ELIÉCER ARENAS MONSALVE. Junio de 2006

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